Escribo sobre este tema, sobre el cual nunca antes he querido escribir, y lo hago en esta ocasión porque hay personas que juzgan a otros y juzgan al mundo sin tan siquiera saber lo que se encuentra debajo de sus pies, ciegamente. Quiero aclarar además, que la palabra "iluso" también es una moneda de dos caras ya que puede significar "ciegamente" como lo acabo de usar, y que también significa "transparente". En mi tema prefiero la transparencia a la ceguedad.
Este contraste surgió alrededor de un artículo que publiqué en un foro digital dominicano titulado "Anti-norteamericanismo", tras el cual una persona me acusó de iluso por supuestamente no conocer lo que pasa en mi país y que "le daba verguenza saber que un dominicano pensara de esa manera". No me creo más dominicano que nadie pero, aunque mi patria sólo me haya dado la cuna y muchos dolores y desencantos, la sigo queriendo como a nada y por más alejado que haya estado siempre la he llevado en mi corazón. Si me encuentro ausente no ha sido porque no he tratado de estar allí, sinó por las circunstancias que desde niño rodearon mi existir en nuestro país:
Una noche en diciembre de 1961, residiendo en Estancia Nueva, Moca, mi mamá, asustada, me despierta a mí y a mi papá para decirnos que la casa se estaba quemando. Salimos afuera y vimos que un carro arrancaba después que habían tirado a la casa unas mechas de algodón encendidas en tres lugares diferentes de la casa. Pudimos sofocar las llamas y salvar las vidas de mis padres, la mía y la de seis hermanos menores, incluyendo mi hermana más pequeña que sólo días hacían de haber nacido. Unos días después tuvimos que abandonar nuestro hogar el que pronto después las turbas anti-trujillistas lo redujeron a polvo. Nunca regresamos allí y sé que por sobre 40 años ese solar que quedó estuvo vacío.
Nos mudamos a la ciudad capital y pronto después ocupamos una casa en la Avenida Independencia, frente a donde estaba localizado un escuadrón de la Policía Nacional Dominicana, entre la Feria y el Matadero. Allí mi padre fue apresado por las acusaciones políticas que le impugnaban y los siete de nosotros quedamos sólo con nuestra madre. Poco a poco mi madre fue vendiendo muebles y enseres de la casa para darnos de comer. Yo me trepaba en las palmas de coco para venderlos a dos centavos cada uno en la acera del frente de la casa, y con eso ayudarnos. La policía nos visitaba constantemente para que desocuparamos la casa con la amenaza de que nos iban a tirar a la calle. El patio de ésta iba desde la Avenida Independencia hasta la George Washington en el Malecón y casi todo aquel terreno rocoso estaba cubierto con árboles de almendra, altos y rectos. Mi madre salió más lista de lo que ellos pensaron y antes de salirnos de allí mandó a cortar más de cien de esos árboles y los vendió para madera. Con ese dinero ella pudo emigrar para Puerto Rico.
Yo y mis otros hermanos tuvimos que quedarnos en casa de familiares, separados uno de los otros, en lo que ella podía hacer las gestiones de traernos con ella. Yo me quedé con un tío que vivía en Alma Rosa, cerca del Ensanche Ozama de Santo Domingo. El tenía nueve hijos y a pesar de eso me abrió las puertas de su casa y me trató como otro hijo. A él también lo perseguían los anti-trujillistas como también el gobierno de turno. Había que vivir con la metralla en la mano; primero para protejerse de las turbas y segundo para resistir las ordenes de arresto. En una ocasión fuimos a pasarnos un día a la playa de Palenque y estaba con él otro tío mío y un amigo de la familia. Andabamos en tres vehículos y al salir de la playa una turba de más de cien personas nos había cerrado el paso. En el grupo de nosotros habían seis adultos y cerca de 20 niños. El tío mío se fue al frente en su Cadillac convertible de 1953 y le pidió a los hombres que esperaban con palos, piedras, machetes y uno que otros revolveres, a que se movieran porque no queríamos causar daño a nadie. Nos gritaron un montón de barbaridades a la vez levantando los palos y los machetes por encimas de sus cabezas. Nosotros estabamos armados hasta los dientes y mi tío nos dijo que si teníamos que disparar que lo hiciéramos al aire a menos que fuera completamente necesario de otra forma. El sacó una San Cristobal automática y empezó a disparar. Muchos de los de la turba se asustaron y empezaron a huir en todas las direcciones y nosotros pudimos pasar bajo una lluvia de piedras y uno que otros disparos que terminaron sólo en las carrocerías de los carros.
A fin de 1963 o a principio de 1964 mientras seguía viviendo con mi tío en Alma Rosa, mi papá, que ya estaba libre, conjuntamente con tres de mis tíos se encontraban tomándose un trago en el balconcito de la casa. De repente llegaron tres jeeps de la policía con unos trece o catorce policías quienes rapidamente hicieron un cordón frente al balcón. Un teniente saca una orden de arresto de parte de un tal Valera Benitez, y empieza a leer los nombres de los que estaban allí como también de todos los hermanos Cabrera Ariza que no estaban presente. Uno de mis tíos, Guaroa, se levanta con su mano en la pistola calibre 45 que llevaba en la cintura, apenas se podía ver la cacha nacarada tras la cual estaba la bandera dominicana, y serenamente empezó diciéndoles: "Espero que ustedes sepan que de aquí no nos van a llevar vivos...". Mientras eso sucedía un primo y yo estabamos en la sala dando mantenimiento a unas ametralladoras y fusiles. Mi tío Pedro Manuel, el residente de la casa, nos miró y como que con los ojos nos pidió que hicieramos algo. El primo y yo tomamos dos ametralladoras, descargadas, y por la persiana de una de las ventanas asomamos los dos cañones. Al hacer eso ese mismo tío se paró de su mecedora y les dijo a los policías: "No sé si se habrán dado cuenta que tengo dos ametralladoras en esa ventana con ustedes en la mira, es decir, que les aconsejo por su bien que tiren las armas al piso y que se vayan tranquilamente". Todos los policías obedecieron, pusieron sus armas en el piso y se marcharon desarmados.
En agosto de 1964 pude salir del conflicto dominicano y unirme con mi madre en Puerto Rico. Allí encontré mucha abundancia, muchas comodidades y limpieza en comparación con lo que había dejado en mi país. Desde el segundo o tercer día de estar en Puerto Rico me di cuenta de que los dominicanos allí no valíamos nada. En esa ocasión tuve una pelea con otros dos jóvenes por yo defender el hecho de la dominicanidad. Ingresé a una escuela privada y la primera novia que tuve allí sus papas por un poco la matan, no por el hecho de tener novio a los 16 años, pero por el hecho de ser con un dominicano. Estas decepciones siguieron hasta que en 1968 decidí regresar a mi República Dominicana.
Regresé; mi padre me había prometido hablar con uno de mis tíos que en ese entonces era general de la Fuerza Aérea Dominicana para que éste me ayudara a enlistar en ese cuerpo militar. Me cansé de esperar hasta que un día le pregunté a mi padre si mi tío iba a hacer algo o no. Me dijo que no, que mi tío pensaba que yo era un comunista. Esto por que me veía viviendo y compartiendo en casa de una tía con personas conectadas con el "14 de Junio". También por que había visto unas poesías que yo había escrito en ese entonces: Sangre Latina, Más Allá del Dolor, Sabor a Miel, Testamento y otras; las cuales son de temas anti-norteamericanistas. De todas formas, me di cuenta de que no tenía nada que buscar en mi país y decidí regresar de nuevo a Puerto Rico.
En esta reentrada a Puerto Rico traté de hacer todo bien, trabajar y buscar futuro dejando al mundo a un lado. Pronto me di cuenta que en los trabajos eramos abusados, que por ser dominicanos sólo nos ofrecían las peores posiciones; construcción, limpieza, cocina, etc., y que además de eso, recibíamos las pagas más bajas. Resistí por un par de años pero sabía que eso no era lo mío, que algo tenía que pasar en mi vida. Se estaba llevando a cabo la guerra en Vietnam y los jóvenes puertorriqueños le huían a ese conflicto bélico donde estaban muriendo tanta gente. A diario habían protestas y manifestaciones en las calles y en las universdades en contra de la guerra. Estaba bien aborrecido de la vida y pensé que una salida a mi laberinto era irme a la guerra. En mayo de 1970 fui a Fort Brook, el cual se encontraba en el Viejo San Juán, y enlisté como voluntario para Vietnam. Aunque no sabía una palabra en inglés me aceptaron y antes del entrenamiento básico de combate, me enviaron a una escuela a aprender inglés, unos ocho meses después llegué a Vietnam.
Aunque no era lo mejor, fue el primer y único camino que se había abierto en mi vida y lo hice sin ayuda de nadie. Estuve en combate y recibí la medalla más alta que se le pueda otorgar a un soldado que saliera ileso de una zona de combate, la Estrella de Bronze. No vi razón lógica para salirme de ese camino después de la experiencia de Vietnam, al cual durante 20 años le presté mis servicios de la forma más honorable posible. Además, éste me brindó la oportunidad de conocer casi el mundo entero desde su vórtice.
Cuando me retiré en 1990 traté de nuevo de regresar a la República Dominicana. Envié mi resumé en busca de trabajo a muchas organizaciones, incluyendo al Aeropuerto Internacional de las Américas y hasta el día de hoy nunca recibí contesta de nadie. En el verano del 91 me casé en Santiago y al año siguiente nació una hija en Santo Domingo, y una vez más, no pude encontrar ningún camino a seguir en mi país. Regresé de nuevo al país donde siempre he podido encontrar puertas abiertas y he podido hacer camino, Estados Unidos de América.
Desde el 1968 he estado tratando de dar a conocer mi devoción por la poesía y por el arte literario en general en mi país. Un sinnúmero de veces he tratado de contactar personas y entidades dominicanas al respecto y no fue hasta este año, después de que decidí publicar mis poesías en inglés donde siempre he tenido las puertas abiertas, que una persona, una insigne mujer de Santiago llamada Rosa Silverio, me abrió una puerta en su blog y me ha brindado sus conocimientos, su devoción , su calor humano y más que todo su sinceridad y compromiso con la literatura dominicana y con los dominicanos.
Sigo amando a mi patria aunque allí no sea nada, pero no puedo dejar de amar a la que me ha abierto los caminos; donde si muero me entierran como un héroe de la Patria en un cementerio nacional del Estado donde me encuentre en ese momento, y cubierto con los colores de la nación más grande del mundo, querámoslo aceptar o no. A pesar de todo en muchas ocasiones he estado dispuesto a abandonar ese honor que se me ofrece aquí, por las cenizas de mi terruño.
sábado, 15 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Hola, Marcos.
Ya conocía yo tu breve artículo titulado Anti-norteamerinismo.
Me ha gustado mucho esta entrada y me parece muy valiente.
Has hablado desde el corazón, contándonos las tragedias por las que ha tenido que pasar tu familia, que van desde la persecusión hasta el desarraigo.
Lo cierto es que los dominicanos vivimos una vida de doble moral e hipocrecia, predicando un falso y manido chovinismo por un lado, y por el otro siendo testigos indiferentes de como cada día nuestra patria se deteriosa y es saqueada por un grupo de ladrones corruptos, hijos de su madre que han convertido este pedazo de tierra ubicado en el mismo trayecto del sol en un vertedero en donde los sueños no valen ni medio peso, en donde la conciencia se compra (y muy barato), en donde para poder sobrevivir hay que mendigar, bajar la cabeza, convertirse en un vasallo sin dignidad o irse del país antes de que tengas que vender hasta los panties, sólo porque nuestros gobernantes lo quieren todo para ellos y para los de su grupito, y porque unos cuantos empresarios no sacian su sed de poder y de riqueza.
Muchos critican a Estados Unidos, y en muchas de las críticas razón tenemos pues yo soy una de las que ha criticado a esa nación por diversos motivos (su base en Guantánamo, la guerra de Irak, la misma guerra de Vietnam, la negación a firmar el protoco de Kyoto, sus ingerencias...), pero lo cierto es que ese país ha sido hospitalario y ha recibido a miles de dominicanos que han salido de República Dominicana a buscar una mejor vida.
Eso no quiere decir que el agradecimiento que podamos tenerle tiene que anular nuestro sentido crítico, eso jamás, pero tampoco podemos ocultar el sol con un dedo y decir que todo lo que hacen los gringos es malo como predican los sectores más radicales porque todo radicalismo es falso y porque eso no es cierto. Estados Unidos, como cualquier país del mundo, tiene sus aciertos y desaciertos, y es injusto sólo ver una cara de la moneda, ver las cosas blanco y negro, cuando este asunto tiene muchas aristas y muchos matices.
Yo creo que reconocer las cosas buenas de Estados Unidos no es nada malo, en especial en tu caso que te has sentido bien acogido por una nación que te ha dado la oportunidad de vivir dignamente y de sacar adelante una familia, cuando todos sabemos que aquí en República Dominicana quizás hoy estarías muerto o quizás estarías pasando hambre y trabajo.
Ese ejemplo que pones, de que en varias ocasiones has intentado regresar al país y has buscado oportunidades laborales que no has encontrado, es la realidad de hoy, la realidad por la que atraviesan muchísimos dominicanos y dominicanas y que quienes están cogiendo los mangos bajitos quieren ocultar. ¿Pero cómo tapar el sol con un solo dedo, mi hermano?
Es una verdadera vergüenza que alguien calificado y que ama su tierra no encuentre las condiciones para regresar a su país, aún cuando lo desea con todas sus fuerzas y con todo su corazón.
Desde aquí, Marcos, Marcos Cabrera, mi abrazo solidario, mi abrazo dominicano...
Estimada Rosa. No me sorprendió ver tu comentario en este artículo y te doy las gracias por tu apoyo. Además de escritora eres tremenda motivadora. Estoy muy de acuerdo contigo, todas las naciones son como las monedas que tienen dos caras y Estados Unidos no es la excepción. Hace poco que terminé de escribir un libro titulado "Agallas". Este no es en poesías pero una crítica que hago a los sistemas sociales de este país. Va dirigido especialmente a los 44 millones de hispanos que vivimos aquí y que muchas veces somos aprisionados por los embudos de estos sistemas. También soy de los que no me da miedo publicar cosas en este país en protección de nuestra clase hispana menos preparada, como lo hice hace poco en un diario de Atlanta, una de las ciudades que más controversias ha levantado ultimamente con la hispanidad. Cuando regrese de un viaje que voy a hacer en el verano voy a ver si lo publico en E-Books, ya que no he encontrado alguien que se quiera arriesgar y poner su sello en el. La política es un caso completamente aparte y mi tesis en cuanto a esta saldrá pronto al aire. Sólo te voy a adelantar algo, el principal aliado que Estados Unidos ha tenido en los últimos 50 años, ha sido Cuba.
Hola Marcos, mi nombre es Marcel Manuel Cabrera nieto de Pedro Manuel y hijo de Manuel Eliseo Cabrera. Me gusta aprender un poco de la familia.
Publicar un comentario