Moca, mi ciudad natal. Este año del 2011 se cumplen 50 años de ausencia. Cinco décadas en las que he cargado con innumerables detalles de esos primeros trece años de mi vida que pasé contigo. Unos fueron buenos, otros fueron malos, pero sé que si hubieron tristezas no fueron por tu culpa, ya que siempre nos encontramos amarrados del quehacer humano y no del don natural que te cubre. El destino de lo que fuera mi vida no me conmueve y por eso te he llevado como un laurel prendado de mi vida.
Con gran orgullo tu simiente la he regado por el mundo. Todos mis hijos han nacidos en sitios diferentes de Estados Unidos, Alemania, República Dominicana y Puerto Rico. Todos menos una fisicamente te conocen y pronto a esa última la llevaré a verte. Todos ellos también, aunque no nacieran allí, te llevan en sus corazones porque reconocen que también eres una importante parte de sus raíces.
Quiero que sepas que esta pequeña rama que el 7 de diciembre del 1961 se desprendiera de tus entrañas, en esos 50 años de ausencia honorablemente te ha representado en dos guerra. Yo personalmente tomé parte en el conflicto de Vietnam (1971). Enfrentando en la jungla vietnamita a los guerrilleros del Vietkong, desde Pleikú hasta Saigón. A la vez siendo altamente condecorado con la Estrella de Bronze, por el valor demostrado en el campo de batalla. Ultimamente mi hija, Mirta Lila Cabrera, pasó más de un año en el conflicto de Iraq (octubre 2006 - enero 2008) patrullando las calles de Baghdad cuando la situación estuvo bien grave, viendo la sangre correr de día a día pero siempre con la frente en alto. Además de las guerras, hemos dejado tus huellas en las aulas de estudios del mundo desde Atenas hasta Honolulu y, en más de una ocasión hemos grabado tu nombre con honor en las páginas de la Librería del Congreso de Estados Unidos de América.
Hago esta semblanza propia porque soy tu hijo y sé que no me conoces. Tal vez nadie me conoce porque también sé que a veces ni yo mismo me conozco. Medio siglo parece mucho y mucha de esa ausencia que he acumulado en mi memoria y en mi corazón, la he dejado plasmada en mis versos a cada paso que he dado. Agradezco a la diáspora dominicana de 1991 en Puerto Rico y a la fallecida periodista dominicana, Isabel Vargas, por dedicarme casi media página en el periódico Listín Diario (31 de enero 1961, San Juán, Puerto Rico) como también en la revista "Personalidades" del mismo mes. Al lado de Nelson del Castillo Martorell, director de la revista "Farándula" más prestigiosa de aquella época en Puerto Rico. Al entrar este año de mi 50 aniversario de vida ausente, quiero por lo menos presentarte publicamente ese sentimiento mocano que he llevado conmigo a lo largo de mis caminos, esos amores profundos que como he podido los he derramado en mis poesías y poemas.
A MOCA
1. Cincuenta Años (Endecha)
Cincuenta años se han ido
pero en mi atardecer
parece que fue ayer,
el recuerdo está vivo.
No muere lo que fue
aunque de la historia
que mis dichas enloda
hay sombras que no sé.
Hay algo que no borra,
hay algo que no sabe
que en la vida se es grande
cuando brilla una aurora.
Yo sigo con mi nave
anclando en cada puerto,
un esquife sin remo
en los mares de nadie.
Es mucho lo que siento
al ver que mi destino
se resiste al camino
febril de tu regreso.
Cincuenta años se han ido
de sueños y aventuras,
de dichas y amarguras
pero jamás de olvido.
Me atormentan las dudas,
me duele el abandono
y a veces hasta lloro
perdido en mis torturas.
La luz que hay en mi cosmos
me lleva a tu llanura
allí, donde mi cuna
fue mi único tesoro.
Y sueño la dulzura
alegre de tu brisa
sanándome la herida
de tanta desventura.
Mi vela está encendida
pero no sé qué vientos
con empujes aviesos
le dé sombra a mi vida.
2. Moca (Copa)
Aunque eres pequeña
en un valle florido,
en un lugar escondido
de mi recordada Quisqueya.
Allí di comienzo a mi destino,
allí forjé mi primera esperanza,
allí tuve mi primera enseñanza
y del cosmos ha sido mi camino.
Con mi vivir hice una alianza
de que siempre seas dulzura,
de que en mis aventuras
vaya con tus alas.
Como la luna
que a mi alcoba
da luz y sombra,
eres mi cuna.
Aunque no eres grandiosa
ante un mundo de gigantes
eres de mi girar diamante
que la música de mi alma toca.
3. Diáspora Virtual (Endecadovi)
El cosmos en sus antros tiene alianza...
Por los espacios vuela la palabra
en su ardiente labor como un profeta
de la mano de todos hay cometa
que nos lleva hasta donde quiera el alma.
Es éter de la inteligencia humana
el don que a donde quieras nos eleva,
de la comunicación una tea
que a todos en un crisol nos amarra.
Con los ejes que mueven al planeta
el pensamiento ya abarcó la tierra.
Es bello para mí el panorama
de compartir con tanta gente buena
de poder asesar lo que yo quiera
desde el remanso azul de mi ventana.
Estando ausente poder hacer Patria
en cada espacio prendando una meta,
una diáspora febril que es ofrenda
de todo aquel que quiera hacerla llama.
Las distancias se han convertido en nada.
4. Grito (Cuarteto)
Dentro de mi pecho vive la duda
la pena, la amargura, y el fastidio
estos no son rémoras de la ruta
ya que son del nacimiento vestigio.
Pero me duele que de esa manera
yo tenga que expresar mi verso puro
es que mi vida, tétrica, se eleva
a los extraños confines del mundo.
A Dios bendecimos por la existencia
que bañada de color nos ha dado
y lloramos después con tanta fuerza
las desventuras de nuestros hermanos.
La tierra nos abraza con su fuego
de desencantos tantos y de luto,
de lágrimas se llena todo beso
y entre comillas queda nuestro orgullo.
Todo lo que nos rodea es misterio...
Todo cauce de amor se desvanece,
la burocracia nos cubre en su imperio
y entre sus garras nuestra fe perece.
Por eso es que hoy ¡Mundo! yo te grito
este dolor mío que mi alma abate...
Es que la herida siento y el quejido
¡de mi Patria! el pálido semblante.
Y si tú ¡Dios mío! eres tan justo
dime por qué no alegras el sendero...
¿Por qué no limpias el camino abrupto
y empapas de esperanzas nuestro pueblo?
5. A Moca (Cuarteto)
El mundo no te conoce, mi cuna
en el centro del Valle del Cibao
pero yo te llevo con mi ventura
y en mi corazón siempre te he guardado.
En Canca pasé los primeros años
y por allá, por el cincuenta y tres
vivíamos en la calle El Rosario
más, luego en la Dos de Mayo también.
Mi primera escuela fue en el Licey
y la maestra se llamaba Estela...
Entré tarde, en el cincuenta y seis
luego de que viniera de La Vega.
De plátanos y yuca las cosechas
de promesas impregnaban los campos,
luego nos fuimos a Estancia Nueva
hasta que a Trujillo lo asesinaron.
Aquella vez me marché de tu lado
con el corazón gravemente herido,
no por las maldades de un pueblo airado
pero por el dolor de haber partido.
En el vórtice de mi extranjerismo
compartes las cismas de mis arcanos,
donde quiera que voy estás conmigo
pues donde quiera que voy, soy mocano.
Te escribo pues, en este poemario
como se escribe a las cosas hermosas
y para que algún día los letrados
te puedan ver donde vean a Roma.
Para que vean que en el campo hay honra
tras cada paisaje, pura belleza,
que los monumentos no hacen historia
solo guardan la que los hombres crean.
¡Pueblo extrañado de mi amada tierra!
Desde Alaska hoy te envío mi amor
y resplandeces tú, en mi quimera,
al lado de París y Nueva York.
6. A Moca II (Cuarteto)
Los años se han ido y en mi destierro
por el mundo he regado tu semilla
porque además de mis osados versos
mi sangre por todo lado germina.
Mi primera hija nació en Florida
al sur de Miami, cerca de la playa
y al seguir el galope de mi vida
la segunda brotó en Alemania.
Mi único varón llegó en Atlanta
como un regalo de una ciudad bella
y para la satisfacción de mi alma
quisqueyana es mi tercera hembra.
Mi última hija es borinqueña
de tierra su cuerpo y de pelo negro...
Al llegar al final de mi cosecha
germinaban ya por doquier los nietos.
Tres de ellos en Michigan nacieron
otro más en una fecha cercana...
En Tennessee soy abuelo de nuevo
mientras ya he tenido dos en Alaska.
Sin desespero, todavía falta...
Una nieta tengo en Puerto Rico
y por las aguas del Río Savannah
allí en Augusta nació un nietecito.
Esto parece que ya es infinito
como la misma vida, sin control,
que mi abolengo comenzó en tu nido
y que al mundo entero llega tu flor.
7. La Casa Vieja (Poema) Casa que se encuentra o se encontraba en la Avenida Dos de Mayo, casi frente a la panadría Las Mercedes, encima de un arroyuelo llamado Juan Lopito. También donde naciera mi hermana Angela en el 1955.
Mi pobre casa vieja...
¡Qué sola y triste se ve!
Sus colores están feos
sin cuidado y sin querer.
Me acuerdo como era:
Muy altanera y despótica,
pintadas de mar o cielo
sus escogidas maderas.
En sus ventanas la sangre
grabada de mis abuelos
y el recuerdo de las tardes
cuando en afanoso juego
pasaba sobre sus aceras,
jugando con amiguitos
o corriendo algún carrito
que mi afán entretuviera.
El correr de ratones
en el alto cielo raso,
el murmullo de los grillos
en el prohibido patio.
En las noches muy oscuras,
ascendradas en lo ignoto,
brillaban miles de estrellas
por nuestra ausente luna.
¡Parece que va a llover
no se queja la cisterna
parece que va a llover
porque Juan Lopito truena!
Mi pobre casa vieja...
¡Qué abandonada ella está!
Su claro y gallardo estirpe
quizás nunca volverá.
Ya no es ella atracción
en la vía Dos de Mayo
ni de Moca le respeta
la mirada del chinaco.
Hoy la veo triste y lánguida
consumida por los años,
pero todavía cándida
como una cáscada impóluta
que nos deja de beber.
Yo diría que dormida
por la fresca brisa está
y que el azul ceniciento
que le cubre por los lados
es el abrigo de invierno
y no del verano un harapo.
Mi casa dulce y gentil...
Ella es palio de recuerdos
que mi pensamiento entero
viste de luz.
Mi pobre casa vieja...
¡Qué limosnera se ve!
Tan soberana y moderna
cuando sola le dejé.
Fue tanta su hermosura
que ante su noble presencia
los ríos se contenían
y pasaban lentamente
con la sangrante tristeza
que solo nos da la muerte.
El cielo un festivo día
se vistió de lindas galas
para con su sombra impía
dejarle truncada el alma.
Mas, la augusta sonrisa
de su ya esqueleto viejo
que fue bandera de los tiempos
y del viento melodía,
adormece
escueta pero bravía
bajo la comba celeste,
llena por las blancas olas
de mi recuerdo.
Mi pobre casa vieja...
¡Qué muchas tristezas tienes!
Tan soberbia y altanera
cuando yo te conocí.
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