martes, 12 de octubre de 2010

Una historia para la historia

Entre todos los Cabrera de nuestra familia los más pobres económicamente fueron Eliseo Cabrera (Toñito) quien fuera mi padre y Guaroa Cabrera. A estos dos le seguía Pedro Manuel Cabrera. Entre todos los hermanos y hermanas por experiencia propia puedo decir que eran los de mejor corazón y por tal razón fue que fueron los más pobres.

Ellos fueron los tres más unidos y los que más enfrentaron las calamidades luego del asesinato de Trujillo en el 1961. Cuando las turbas antitrujillistas nos destruyeron nuestra casa en Estancia Nueva, Moca, en diciembre de 1961, los que inmediatamente estuvieron ahí para darnos una mano fueron Pedro Manuel y Guaroa, aunque ellos tuvieran sus propios problemas. Hechos positivos que los mantiene a ellos en mi memoria como héroes de mi vida.

La persecución masiva en contra de los hermanos Cabrera (Jafé, Donaldo, Guaroa, Guarién, Eliseo, Adolfo y Pedro Manuel) se llevó a cabo durante el año de 1962-63 por parte de un tal Valera Benitez. No me acuerdo lo que este señor era en el Gobierno pero nunca se me olvidará su nombre.

Gran parte de la familia había podido emigrar al extranjero para escapar los ataques contra ellos pero Pedro Manuel, Toñito y Guaroa no tenían los recursos económicos para escapar sin dejar sus familias a riesgo y como consecuencia fueron los que mayormente dieron la cara a la justicia, a la prensa y a las turbas.

Un día de 1963, mientras yo residía en casa de mi tío Pedro Manuel en la calle 10 esquina E del Ensanche Alma Rosa de Santo Domingo, llegaron tres jeeps de la Policía Nacional con guardias armados hasta los dientes y con una orden de arresto para los hermanos Cabrera arriba mencionados. Esta orden venía por parte de ese tal Valera Benitez.

En el balconcito de la casa estaban dándose un trago Pedro Manuel, Toñito y Guaroa como también sus primos José Daniel Ariza y mi hermano mayor, Fabio Eliseo Cabrera. Todos armados con revólveres y pistolas. En la sala, atento a lo que estaba pasando, estabamos Cheo (el hijo mayor de Pedro Manual pero menor que yo) y yo limpiendo unos fusiles. Y, en todo derredor estaban los otros ocho hijos de Pedro Manuel con edades desde meses hasta 12 años. No voy a entrar en detalles aunque me acuerdo hasta de lo más mínimo que ocurrió en ese entonces. El caso fue que la docena de policías que vino con todo su poder y sus ametralladoras no pudieron apresarlos, es decir, no se atrevieron.

Ya para ese entonces Guaroa se había enfrentado a las turbas mocanas a punto de pistola salvando su vida hasta llegar a la fortaleza. Ya mi padre había sido apresado en la casa que vivíamos frente al viejo Escuadrón de Caballería de la Avenida Independecia, después de la Feria en camino a San Cristóbal, luego escapándose de la Corte. Ya Pedro Manuel con nosotros (sus nueve hijos, esposa y yo) había enfrentado la emboscada que se nos tendió un soleado Domingo en la Playa de Palenque. En este caso también se encontraba con nosotros José Daniel Ariza y su familia. El día de mi cumpleaño en ese año de 1963, 25 de Septiembre, derrocaron al Gobierno de Juan Bosh, creando muchas más sombras en el Gobierno dominicano y en el futuro de la familia Cabrera y de la nación.

En 1964 me fui a residir a Puerto Rico pero mi corazón se quedó en la República Dominicana. Me llevé conmigo una sed inmensa de saber, de conocer más de toda la experiencia que había vivido y que, aunque me encontraba dentro de su fuego, sólo conocía superficialmente empezando por el atentado en contra de Trujillo de 1956 en Moca. Esa sed de conocimientos hizo que en 1968 regresara a mi país en donde pasé unos seis meses compartiendo mayormente con mi padre y mi adorada Tía Luz, dos lumbreras de la historia de los Cabrera desde antes de la muerte del General Eliseo Cabrera en 1903.

Toda esta historia ha regresado hoy a mi mente a causa de un intercambio de pensamientos que acabo de tener con mi prima política Josefina Hernández Mirabal, y que me hizo recordar unas palabras de riqueza emocional que me dijera mi padre en ese año de 1968. "Cada cual lleva un sol por dentro que lo hace y lo deshace". El se sentía triste porque sabía que su sol se estaba opacando, no por la vejez pero porque a lo que él más quería, sus hijos, no podía proveerles el fulgor de sus rayos.

En esos meses que pasé con él y con Tía Luz recibí la enseñanza de una vida entera. Supe de las cosas buenas que pasaron y de las cosas malas que han sido bastón en todos mis caminos andados y por andar. Detalles del atentado en contra de Trujillo de 1956 donde desaparecieran a dos miembros de nuestra familia, Bolívar Candelario Cabrera y Fellito Estevez Cabrera. De la invasión dominico-cubana del 14 de Junio de 1959 por Constanza, Maimón y Estero Hondo, encabezada por Delio Gómez Ochoa como también de la muerte de las hermanas Mirabal. Ya mi madre me había contado las circunstancias bajo las cuales mi padre había dado muerte a su primo Otilio Cabrera al frente de nuestra casa en Canca Cabrera, Moca, en 1949, donde yo naciera (ahora Canca Reparaciones), y mi padre me contó la historia de la misma manera.

Sé de corazón que tanto Tía Luz como mi padre no me iban a decir nada que no fuera cierto y por lo tanto todo lo que llevo guardado en mí sé que fue la realidad o lo más cercano a ello. En ese año Tía Luz me entregó 17 poesías, 14 de ellas todavía inéditas, escritas por su tío el también General Raúl Cabrera y, más luego me entregó un estribo de la silla de montura que el General Eliseo Cabrera usara en la Batalla de los Montones, los cuales cuido con mi vida. Esos fueron de los honores más grande que he recibido en toda mi existencia.